8º-Escuchando al corazón
Ella le siguió el beso sonriente. Empezó a acariciarle el cuello y el pelo y a su vez la espalda. Los besos cada vez eran más intensos. Él empezó a acariciarla por la cintura y ella por el pecho.
Izan la llevó al sofá para que se tumbaran y estuvieran más cómodos. Todo lo hacía sin soltar ni un segundo los labios de Rosa. Pues todavía no se lo podía creer. Pero de repente, sonó el timbre.
-Genial ¡qué oportunos! - dijo Izan con cara de fastidio.
Rosa soltó una risita nerviosa y tímida y se levantó para abrir la puerta y preguntó. - ¿Quién es?
-Soy Ángel. Ábreme ,por favor- dijo la voz de Ángel detrás de la puerta.
Rosa dio un bote y miró a Izan con miedo. Pero él le hizo una señal para que abriera. Ella abrió y se puso muy seria. - ¿Qué quieres?
-Que me perdones, no sé lo que me pasó. Te juro que jamás me comporto así y menos con alguien que me importa, perdóname- dijo Ángel con voz suplicante.
-No te voy a perdonar. No quiero saber nada de ti. Nuestro trato va a ser estrictamente profesional. – Respondió Rosa lo más tranquila que pudo.
-Eso ya lo veremos. –Respondió Ángel dispuesto a lanzase de nuevo a por Rosa.
Pero Izan, que hasta ese momento estaba escondido, se acercó hasta ellos y dijo. - No te atrevas a ponerle un dedo encima, por que soy capaz de matarte, estúpido
-Jajaja no puedes conmigo y lo sabes. –Respondió Ángel con aires de superioridad.
-Ya pude contigo y sin ningún problema ¿o ya se te olvido?- preguntó Izan todavía delante de Rosa, protegiéndola con su cuerpo.
-Eso ya se vera. –dijo Ángel preparando el puño para darle un puñetazo.
Pero Rosa interrumpió la discusión. –Que pares o voy a llamar a la policía. –le amenazó.
Izan intenta tranquilizarse por ella, pues aun estaba muy asustada. Y Ángel dijo. - Está bien, pero piénsatelo al menos. No quiero perder el principio de una amistad o de algo más.
Rosa solo asintió con la cabeza abrazando a Izan, e intentando hacer todo lo posible por no temblar de lo asustada que estaba. Mientras Ángel se marchó y Rosa se tranquilizó un poco sin soltar a Izan.
Éste se dio la vuelta y la abrazó, intentaba calmarla, besándola el cuello. Él sabía que era su punto débil y que si le hacía algo ahí, la conseguiría tranquilizar. Pasados unos minutos, se calmó por completo.
-Gracias, me salvaste de nuevo. –dijo abrazándose a su cuello y suspirando aliviada.
-Por ti hago cualquier cosa, mi niña. –Respondió Izan acariciándole la espalda.
Rosa se sonrojó y él notó el calor que desprendían sus mejillas y dijo. - ¿te sonrojaste, preciosa?
Ella negó con la cabeza, pero Izan sabía que si que lo estaba. Se separó unos centímetros de ella y la miró a los ojos. –A ver, mmm... ¡qué mentirosilla eres tú! ¿Eh? -dijo. - Ahora te vas a enterar por mentirme. –Dijo Izan, que comenzó a hacerla cosquillas.
-Jajaja para Jajaja para. –dijo Rosa como pudo.
-Paro, si me das un beso. –Respondió Izan retándola.
Rosa no se lo pensó dos veces. Le besó con mucha dulzura y cariño. Mientras sus cuerpos se juntaban más aún si era posible. Pero Izan estaba enfadado por lo ocurrido con Ángel y se puso tenso, dejando de estar concentrado en el beso.
Ella se dio cuenta, sabía que estaba enfadado, le conocía desde niña, y sabía que si no intentaba calmarlo, estaría mal todo el tiempo durante unos días. Se separó unos centímetros de su rostro para poder mirarlo.
-Sé que estás enfadado por lo de Ángel. –dijo. –Te conozco desde que éramos niños, pero por favor, olvídalo.
-No puedo olvidarlo. –contestó. –Al ver lo que estuvo a punto de hacer ese maldito bastardo… -dijo cerrando los ojos y apretando los puños.
-Pues tienes que olvidarlo. –respondió ella sujetándole el rostro con sus manos. –Yo quiero que estés bien, que sonrías para mí.
Sin darle tiempo a responder, volvió a abrazarle. Ella quería que Izan se olvidara de todo. Rosa por fin estaba empezando a aclarar sus sentimientos por él, se estaba dejando guiar por el corazón y no quería verle mal.
Pero el estar tan cerca, ambos un poco vulnerables, anímicamente hablando, y con esos sentimientos a flor de piel… Hicieron que Rosa empezara a encenderse por dentro, creándose en ella una necesidad de sentirse querida.
Se aproximó todo lo que pudo a Izan, sentándose encima de él. Los besos comenzaron a ser más intensos. Mucho más intensos de lo que lo habían sido hasta ese momento.
Izan estaba desconcertado, estaba sediento de Rosa, de tocarla, acariciarla, besarla, tenerla entre sus brazos… pero era todo tan repentino que se sentía extraño. A Rosa le ocurría algo parecido. –No se si te beso porque somos amigos o por qué.
-Haz lo que sientas… -le susurró.
Volvieron a unir sus labios de forma muy tierna, pero con más urgencia que antes. Ella se sentía rara, conocía a su amigo desde que era una niña, lo sabía todo de él. Y en su interior algo le decía que necesitaba entregarse a él.
Que su primera vez debía ser con él. Pero sintió miedo, a no hacerlo bien, que Izan se sintiera decepcionado con ella. Además la vergüenza empezó a asomar en ella, pues nunca había estado de esa forma con nadie.
Izan notó la actitud de Rosa, e intentó hablar con ella, entre beso y beso. – ¿Qué te ocurre?
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