2º- Atacado
Unos días más tarde, Izan había quedado con Rosa, pues era el cumpleaños de una amiga de Rosa. Se llamaba Estela, y Rosa se llevaba muy bien con ella, la compraría un regalo, y quería que Izan la acompañase, pues no soportaba ir sola de compras.
Estaba llegando al portal de Rosa, cuando alguien le empujó por detrás. –Oye tú, danos todo lo que lleves encima. –dijo una voz grave.
Izan se giró y vio a tres chicos, con muy malas pintas, y cara de pocos amigos. Uno de ellos era bastante más alto que él, parecía un armario de lo grande que era. Los otros dos eran de su estatura y muy delgaduchos.
Él no se achantó, llevaba muchos años haciendo deporte y sabía cómo defenderse. Pero lo cogieron entre dos de ellos para que el otro le empezara a golpear. Izan intentaba zafarse.
Consiguió liberar uno de los brazos, dándoles un par de golpes, pero no fue suficiente. Volvieron a inmovilizarle. Los golpes empezaron a ser más seguidos y potentes.
Cayó al suelo de tanto golpe. No solo recibía puñetazos, sino también patadas llenas de furia. Sintió cómo una de esas patadas le rompía algunas costillas. Y siseó de dolor.
Izan estaba muy mal herido. Cuando vieron que no se movía le robaron la cartera y salieron corriendo. Afortunadamente para él no se llevaron el móvil. Con mucho esfuerzo lo sacó del bolsillo del pantalón y marcó el número de Rosa.
Ella al descolgarlo estaba muy contenta. -¿Te falta mucho para llegar? –le preguntó. –Yo ya estoy lista.
-Estoy en tu calle, me pegaron una paliza… -dijo con gran esfuerzo.
Rosa no dijo nada más. Colgó el teléfono, cogió el bolso y salió disparada con la cara llena de angustia. Unos cuantos metros alejado de su portal, había un gran bulto en el suelo. Ella supo al instante que se trataba de su amigo.
Corrió hasta él y se horrorizó al verle lleno de moratones y la cara ensangrentada. – ¿Qué te ha pasado?
-Me robaron… -dijo.
-Voy a llamar a una ambulancia. –contestó cogiendo su móvil.
Llamó a la ambulancia que no tardó más que unos minutos en llegar. Lo pusieron en la camilla. Rosa se subió a la ambulancia, no quería separarse de él hasta que le dijeran cómo se encontraba.
Llegaron al hospital y se le llevaron para revisarle, curarle las heridas y hacerle varias pruebas, mientras Rosa tuvo que quedarse en la sala de espera. Pasada una hora vio salir a un médico.
Rosa se acercó a él con la cara angustiada. –Doctor ¿Me puede decir cómo está mi amigo?
-Pues tiene muchos moratones y golpes, se le rompieron tres costillas y tiene un esguince en la muñeca. –explicó el médico. –Pero con unos cuantos días de reposo los golpes y moratones se le curarán. Aunque lo del esguince y las costillas le llevará más tiempo.
-Entiendo. –dijo. – ¿Puedo pasar a verlo?
-Claro, está en la segunda planta, en la habitación 212.
Rosa no dijo nada más, fue corriendo para buscar la habitación de Izan, necesitaba comprobar con sus propios ojos que estaba bien. Al llegar, abrió la puerta con cuidado y en la cama vio a su amigo.
Él al escuchar el ruido de la puerta giró la cabeza, y al ver a Rosa esbozó una amplia sonrisa. –Hola…
Rosa se acercó a él y le abrazó con delicadeza. –Estaba muy preocupada… -suspiró. –Ya me ha dicho el médico cómo estás.
-En unos días estaré como nuevo. –contestó.
-Casi se me salió el corazón cuando te vi allí en el suelo… -un escalofrío la recorrió mientras recordaba esa imagen.
-Eran tres, de haber sido uno lo hubiera machacado. –dijo él.
-No se te ocurra hacerte el héroe, que podría haberte pasado algo más grave… -contestó Rosa.
Estuvo todo lo que quedaba de tarde con su amigo. La hora de visitas se acabó pero ella decidió quedarse a dormir aunque Izan no estaba de acuerdo. –No es necesario que te quedes.
-Claro que sí es necesario. –contestó. –Y no me voy a ir por mucho que me digas, así que no insistas.
Izan no quiso discutir con Rosa, en esos momentos tenía todas las de perder. Estuvo cenando aunque le costó bastante. Su amiga tuvo que ayudarle pues al moverse un poco veía las estrellas.
Le administraron un calmante así que empezó a sentirse cansado y los párpados se le cerraron casi sin darse cuenta. Rosa al ver que se había dormido, sonrió tranquila. Decidió echarse en el sofá a descansar un rato pues iba a ser una noche muy larga.
Durmió del tirón con el calmante, y se despertó bastante temprano. Se fijó y vio a Rosa recostada en el sofá. La veía tan linda… era como una de las princesas de los cuentos.
Quería sorprenderla, despertándola cariñosamente, pero al intentar moverse, sintió un gran dolor en las costillas y gritó a causa del dolor. Eso sobresaltó a Rosa que se despertó alarmada.
-¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien? –preguntó nerviosa.
-No pasa nada, es que quería levantarme. –contestó.
-No vuelvas a hacerlo, tienes que descansar. –dijo levantándose.
-Está bien… -se rindió. –Habrás dormido fatal por haberte empeñado en quedarte ¿Verdad?
-No es tan incómodo como parece. –contestó desperezándose.
-Bueno hasta mañana no me dan el alta, pero esta noche no se te ocurra quedarte. –le dijo.
-Claro que me quedo. –contestó con decisión. –Tú necesitas ayuda, así que yo no me muevo de aquí.
-Rosa, tienes que irte al trabajo, entras dentro de una hora. –le recordó él.
-No voy a moverme de aquí.
-Claro que si, o me enfadaré contigo. –contestó Izan muy serio.
Rosa, al final tuvo que rendirse. –Está bien… Iré a trabajar, pero en cuanto salga vengo aquí para cuidarte.
-Está bien, pero ahora vete que seguro que tus niños vendrán con energía por la mañana. –dijo Izan sonriendo a su amiga.
o.O
ResponderEliminarMe encanta. Pobre Izan, a ver si se recupera pronto ;)