12º- Buena reconciliación
-Rosa, tú eres mi chica, es mi deber protegerte. –contestó muy decidido. –Y ahora necesito que me digas lo que hizo.
-¿Cómo que lo que hizo? –preguntó extrañada. –Ya te dije que nunca me ha hecho nada, solo mirarme.
-¿Y cómo te miraba? –preguntó. – ¿Qué hacía con las manos?
-Eh… con las manos no hacia nada, porque tenia una cámara de fotos con la que me hacia las fotos. -respondió ella empezando a temblar en los brazos de él.
-¿QUÉ? ¿QUÉ ESE MAMÓN TE ESTABA HACIENDO FOTOS? –preguntó Izan a voz de grito- SERÁ PERVERTIDO…
-Tranquilo mi niño, no te alteres que me estás dando miedo. -dijo Rosa intentando calmarle.
-¿Cómo te miraba? -preguntó Izan intentando calmarse.
-No sabría decirte. Me miraba como pensando que, en el momento que menos me esperaba, vendría a por mi. -respondió ella aun temblando.
- ¡Lo mato! yo en cuanto vea al gilipollas ese, lo mato. -respondió él aun enfadado- por cierto, vuelvo a lo de antes si no me dijiste nada es porque aun quieres algo con él ¿Verdad?
-Pero ¿Qué dices? ¿Estas loco o qué te pasa? ¿Cómo voy a querer yo estar con un violador? -preguntó ella poniéndose seria y separándose de él.
-No digo tonterías, digo la verdad. Si no dijiste nada a nadie es porque en realidad quieres que te haga algo.- respondió Izan aún cegado por los celos.
-No, a ti lo que te pasa es que estas celoso, y no se por qué, dado que lo odio. - respondió Rosa poniéndose mas seria por momentos.
-Yo no estoy celoso, yo solo digo lo que pienso. -contestó Izan.
-Claro, lo que piensas… Mira piensa lo que quieras, no tendrías que estar celoso pero lo estás. No sé por qué si no hay motivos, pero bueno… - dijo Rosa mirando al suelo.- Cuando se te pasen esos celos estúpidos, entonces me dices algo con claridad.
-Vale como quieras- respondió Izan muy serio saliendo por la puerta. Llegó a las escaleras del portal y se sentó en ellas pensando en Rosa.
No comprendía por qué no le daba importancia a algo tan grave. Muy en el fondo sabía que son los celos los que le hacían estar tan furioso, pero la quería demasiado como para no protegerla.
Mientras, Rosa se quedó descolocada en casa llorando. Pasado un rato, de llorar y pensar en Izan, decidió que no podían quedarse así las cosas. Ella comprendía que se hubiera enfadado por no contárselo y se daba cuenta de lo mucho que le quería, así que cogió las llaves y salió por la puerta dispuesta a buscarle.
Al llegar a las escaleras del portal le vio sentado en ellas y con la cabeza escondida entre las manos, se sentó a su lado y le abrazó diciendo. - No puedes ser tan celoso y menos sin motivos. Y tampoco puedes ser tan sobreprotector, porque entonces por esa regla de tres no saldría nunca a la calle sola ¿no crees?
-Lo siento, por lo de los celos, llevas razón. Pero por lo de protegerte no, te quiero demasiado como para permitir que te pase algo. Si te pasara algo me muero… - respondió Izan abrazándola y besándola en sus cabellos.
-Mi niño tonto y sobre protector… - contestó Rosa moviendo la cabeza a los lados con una sonrisa.
-Si lo soy, pero eso solo significa que te quiero o ¿no? - dijo Izan besándola y levantándola en sus brazos. –Anda vamos a tu casa, que aquí no pintamos nada. - y la llevó en brazos hasta su puerta, para así poder entrar.
Entraron y se quedaron abrazados. Rosa lo miró a los ojos. –Me puse fatal cuando vi que te ibas de casa…
-Sé que fui muy impulsivo, pero estaba enfadado. –se justificó.
-No, estabas celoso. –le corrigió ella.
-Bueno… eso también. –dijo avergonzado. –Pero es que no te imaginas cuanto te quiero…
-Seguro que yo te quiero más.
Izan la besó con dulzura mientras sonreía desmesuradamente. –Eso lo dudo mucho. –contestó él. –Llevo queriéndote toda mi vida…
-¿Te puedo preguntar algo?
-Claro, princesa, lo que quieras. –dijo él acariciando su rostro.
-¿Por qué no me lo habías dicho nunca?
-¿Decirte el qué? –preguntó algo extrañado.
-Que te gustaba.
-Porque tú no me veías de la misma forma. –contestó. –Además yo era feliz si tú lo eras, aunque en el fondo me moría de ganas de decírtelo.
-He debido hacerte mucho daño estos años… -dijo apenada agachando la cabeza y escondiendo el rostro en el pecho de Izan.
Él levantó su rostro para encontrar su mirada. –Ey… no digas eso. –dijo él. –Además, lo importante es que por fin me quieres.
-Claro que te quiero, y muchísimo. –respondió sonriente. -¿Te lo demuestro? –preguntó retándole.
-Lo estoy deseando… -susurró dulcemente.
Ella se acercó más a Izan, apretándose hasta el máximo a él. Levantó su rostro para que sus labios se unieran en un beso muy cálido y tierno. Izan puso sus manos en la cintura de Rosa con suavidad.
Empezaron unas tiernas caricias por las partes a las que llegaban, mientras en su interior habían empezado a encenderse. Izan, se volvía loco al tener tan cerca a Rosa, siempre la había deseado, y sobre todo en ese momento.
No tenía autocontrol suficiente para esperar mucho más. La cogió en volandas y se la llevó a la cama. Se tumbó, quedándose encima de ella, para poder empezar a quitarle la ropa con rapidez.
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