14º- Cena sorpresa
-Bueno ¿y tú que? ¿Ya tienes a alguien?- preguntó Izan dándole un codazo.
-No… bueno si, pero… creo no tengo ninguna posibilidad. - respondió Cesar.
-¿Por qué?- preguntó Izan extrañado. - y… ¿Quién es?
-Porque no nos conocemos de nada, es una chica muy guapa y morena. Trabaja en el colegio de Rosa.- respondió Cesar
-¿No estarás hablando de Estela?- preguntó Izan incrédulo.
-¿La conoces?- eso dejó a Cesar descolocado.
-Si. Se llama Estela, es una de las mejores amigas de Rosa. - informó Izan a su amigo- pero ¿de qué la conoces?
-De vista, la vi el otro día salir de ese colegio y estaba hablando con Rosa. Me quedé loco, es guapísima,- respondió Cesar sin mirar a los ojos a Izan. -Pero seguro que tiene novio, una hermosura como ella tiene que tener a miles detrás.
-Te equivocas amigo. Está soltera y sin compromiso. Si quieres te la presento. - dijo Izan con una sonrisa.
-Me harías un grandísimo favor, pero ya sabes que soy muy tímido en este sentido… - Dijo Cesar.
-Bueno no te preocupes. Si no vas a estar a solas con ella, a no se que quieras, claro… -le sonrió. - Iremos los cuatro ¿Qué te parece?- preguntó Izan.
- ¡Que eres el mejor amigo del mundo! - respondió César abrazándole. - Gracias- dijo al salir por la puerta.
Ver a su amigo tan animado le alegró más el día, si es que era posible. Decidió llamar a Rosa para contárselo, pues quería organizar la cena para que ambos se conocieran. Ella se alegró mucho ante la noticia.
-He pensado que la organicemos en casa y podría ser mañana, así estaremos más tranquilos. –comentó él.
-Me parece bien hacerlo en casa, pero ¿por qué no lo hacemos mejor aprovechando el puente?
-Pues… es que… -intentaba encontrar una excusa convincente para que no le cazara la mentira. –Resulta que… César no va a estar libre en el puente, le tocan guardias, así que no podrá quedar.
-Ah, entiendo. –dijo. –Bueno, vale, la hacemos mañana.
-Vale, mi niña, te veo en casa.
-Lo estoy deseando. Te quiero. –contestó antes de colgar.
El día pasó rápido, Rosa estaba emocionada. Le dijo a Estela que cenara en su casa al día siguiente, que le esperaba una sorpresa y que le gustaría mucho. Ella estaba algo reticente ante la idea de una sorpresa, pero confiaba en su amiga.
Al día siguiente, las horas pasaron más lentas, sobre todo para Estela, que estaba ansiosa por conocer su esperada sorpresa. Izan y Rosa habían comprado todo lo necesario la tarde anterior.
Una vez que llegaron a casa estuvieron preparándolo todo para cuando llegaran los dos. Rosa estaba histérica. –Preciosa, cálmate.
-Es que quiero que esto salga bien, además quiero que mi amiga sea feliz. –contestó algo abstraída.
-Bueno, yo me voy a buscar a César, así llegará Estela y luego llegaremos nosotros. –dijo él.
-Claro, así se podrá arreglar y yo también.
-Bueno te veré luego. Te quiero. –dijo besándola.
Salió de la casa, para ir a buscar a su amigo, mientras Rosa se quedó en casa esperando a su amiga. Poco rato después llegó Estela a casa, que estaba bastante nerviosa. –Hola… ¿Me vas a decir cuál es la sorpresa?
-Todavía no. Hasta que no venga Izan no sabrás lo que es.
-Eres mala… -se quejó.
-Bueno, vamos a arreglarnos. –dijo ella para cambiar de tema.
Estuvieron vistiéndose, y luego maquillándose, entre las dos resultaba más rápido y entretenido. No pararon de hablar en todo el tiempo, hasta que oyeron las llaves de la puerta.
-Ya viene Izan. –dijo Rosa con una sonrisa. –Vamos.
Las dos fueron hasta la entradita. Rosa saludó con un beso muy cariñoso a Izan. Pero Estela no se sorprendió, ya estaba acostumbrada. Se quedó parada cuando vio un chico al lado de la puerta.
Era muy alto, con unas facciones muy varoniles y una mirada profunda. Él se quedó observándola, con una media sonrisa, y ligero rubor en las mejillas. Había esperado muchos días para poder conocerla en persona.
Se acercó lentamente a ella. –Hola… me llamo César y soy amigo de Izan y de Rosa. –dijo tímidamente.
-Hola… me llamo Estela.
-Lo sé. –contestó él.
-Bueno, vamos a pasar a cenar ¿no? –propuso Izan.
Ellos dos pasaron delante, y las chicas detrás. Rosa se acercó a su amiga para poder susurrarle al oído. –Bueno ¿Te gusta tu sorpresa?
-¿Él es la sorpresa? –preguntó sorprendida. –yo… -no pudo seguir porque se ruborizó.
-Solo queremos que os conozcáis, lo que hagáis después… es cosa vuestra. –dijo sonriendo a su amiga.
Se sentaron a la mesa, donde estaba toda la comida lista. Al principio, tanto César como Estela estaban bastante cohibidos, y casi no articulaban palabra. Pero entre Izan y Rosa consiguieron que se relajaran lo suficiente como para ponerse a hablar.
Izan y Rosa tenían momentos cariñosos, en los que no podían evitar darse besos y cogerse de la mano. En esos momentos, tanto César como Estela, se miraban a la vez y apartaban la mirada avergonzados.
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