17º- La gran noticia
El comienzo del viaje no podía haber sido mejor, un bonito regalo en un lugar especial. Ambos se sentían afortunados por tenerse el uno al otro. Pero ya que estaban en un lugar tan bonito querían verlo.
Estuvieron toda la tarde haciendo turismo, y luego en la playa para relajarse y tomar el sol. Después de cenar, tuvieron otra apasionada sesión de amor, que duró toda la noche.
Al día siguiente, estuvieron viendo diferentes lugares y en la playa. Antes de ir a cenar, fueron a darse una ducha para quitarse la arena. Primero entró Izan a ducharse. Después Rosa se estaba duchando, pero empezó a encontrarse mareada.
Decidió salir de la ducha, pero el mareo fue en aumento y al salir se escurrió cayendo al suelo, lo que provocó un gran estruendo en la suite. Izan estaba vistiendo y al escuchar el ruido fue corriendo al cuarto de baño.
Abrió la puerta de golpe y vio a Rosa en el suelo sin ni siquiera la toalla. Se agachó para estar a su lado. –Rosa, mi amor, ¿Qué ha pasado?
-Me estaba mareando. Quise salir y me tropecé. –contestó con los ojos desenfocados pues estaba muy mareada.
-Te llevaré a la cama. –dijo tapándola con la toalla y levantándola en volandas. Pero antes de que saliera del baño, Rosa le hizo un gesto negativo con la cabeza. –Déjame en el suelo. –pidió como pudo.
Él aunque extrañado, le hizo caso. Entonces Rosa se acercó al inodoro y se puso a vomitar sin poder contenerse. Izan la ayudó a sostenerse hasta que terminó, se le había puesto muy mala cara y eso estaba angustiando a Izan.
Una vez que terminó, se la llevó a la cama y la arropó. Se puso a su lado, estaba de los nervios. – ¿Estás enferma?
-No, o al menos no creo. –dijo ella.
-¿Te llevo a un hospital? –preguntó muy nervioso.
-No, no, si ya me encuentro mejor. –contestó incorporándose.
Parecía estar recuperada del todo, era casi milagroso. Izan estaba desconcertado. –Pero si hace unos minutos estabas fatal, muy mareada, vomitando…
-Pues ya se me ha pasado. –respondió. –Lo que me hace pensar que…
-¿El qué?
-Que antes haya tenido mareos y vómitos y ya me encuentre bien, pueden ser síntomas de… -no terminó la frase.
-¿Síntomas de qué?
-Pues… que puede que… -dijo. Cogió la mano de Izan y la puso en su tripa plana, deseando que hiciera la relación, y sacara él solo la conclusión.
-Me estás queriendo decir que estás… -contestó abriendo mucho los ojos.
-Habría que comprobarlo, pero… podría ser. –dijo sonriendo.
Izan se quedó sin habla, no dejaba de mirar a Rosa. Parecía asustado por lo que acababa de sugerirle su novia. Eso desconcertó a Rosa. –Es que… si estuviera embarazada… ¿No querrías que lo tuviera?
-Yo… pues… yo no sé, si sabría hacerlo bien. –contestó.
-Cariño, seguro que lo harías genial. –dijo.
-Voy a comprar un test a la farmacia, no te muevas.
-Pero si ya estoy bien, te acompaño. –contestó levantándose.
-No, voy yo solo, tú quédate aquí, que vuelvo dentro de nada.
Bajó corriendo a buscar una farmacia para poder comprar el test de embarazo, y subió lo más rápido que pudo. Se lo dio a Rosa, que seguía en la cama, pero se había cambiado de ropa.
Le dio el test de embarazo, con los nervios a flor de piel. Ella se metió en el servicio para poder hacerse el test. Pero esos minutos de espera le estaban desesperando, estaba demasiado nervioso.
Por fin salió Rosa del baño, con el test en la mano y el rostro inexpresivo. –Bueno. ¿Estás o no estás embarazada? –preguntó atacado de los nervios.
Entonces se quedó delante de él sin decir nada, le miró a los ojos y saltó encima de él. –SÍ, ¡ESTOY EMBARAZADA! ¡LO ESTOY! –gritó emocionada.
-¿De verdad? –preguntó incrédulo. -¡ES FANTÁSTICO! ¡MI AMOR, UN BEBÉ, VAMOS A TENER UN BEBÉ!
Después de que se les pasara la emoción del momento, se besaron cariñosamente, no podían ocultar la felicidad que sentían en esos momentos, por la feliz noticia.
Pero entonces Izan tuvo una duda. –Oye mi niña, pero… Si nosotros siempre hemos tomado precauciones…. ¿Cómo te has podido quedar?
-Cariño, ¿te recuerdo aquel día que habíamos discutido y luego nos reconciliamos? –le recordó.
-Uy… pues es verdad… -dijo sonrojado.
-Pues ese día no la usamos. Y ahora vamos a ser padres. –contestó ella. – ¿Te ilusiona la idea?
-Claro que me gusta la idea. Era lo que nos faltaba para ser completamente felices. –respondió emocionado.
Pero Rosa se puso seria, y eso inquietó mucho a Izan. La miró para intentar saber lo que la pasaba. –Y si… ¿Y si no soy buena madre?
-Serás una madre maravillosa. –dijo. – ¿No ves lo bien que se te dan los peques?
-Ya pero no es lo mismo.
-Hombre, este bebé es tuyo, y los demás son de otros padres. –contestó. –Así que si lo haces perfecto con otros niños, imagínate con tu hijo.
-Ya pero ellos son más mayores. Y este será un bebé muy pequeñito.
-Mi vida, lo haremos bien. –contestó abrazándola. – ¿Sabes lo que vamos a hacer? –preguntó. –Vamos a irnos a celebrar la feliz noticia.
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