18º- Gran felicidad
Rosa se puso un precioso vestido azul, quería estar perfecta para celebrar la gran noticia. Y después salieron para buscar un sitio para cenar. Tenían bastante hambre, sobre todo Rosa, que tenía que comer por dos.
Fue una bonita cena, no pararon de sonreír durante la cena. Estaban tan felices que no podían evitarlo. Resultó que en el restaurante había un violinista, así que Izan le llamó y susurró al oído el titulo de una canción.
-¿Qué canción le has pedido? –preguntó con intriga.
-Ahora lo escucharás. –dijo con una sonrisa pícara.
Comenzó a sonar el Canon de Pachelbel. Y Rosa no pudo evitar sonreír, era su canción favorita. Así con esa bonita sinfonía terminaron una romántica y agradable cena. Al salir, decidieron caminar un poco por el paseo marítimo.
Pero a los pocos minutos, Rosa empezó a sentirse mareada, y decidió sentarse en la orilla de la playa. Cuando se le pasó el mareo, se levantó y se acercó al agua. Se levantó ligeramente el vestido y así poder mojarse las piernas.
Notó tan fresca el agua, que decidió quitarse el vestido y se metió en el agua en ropa interior. Izan la miró y se quedó extrañado, ella era bastante vergonzosa, no entendía cómo se estaba bañando en ropa interior.
Se quitó los zapatos y se remangó los pantalones. Se metió para ir al lado de Rosa. –Cariño, ¿Qué haces?
-Es que tenía calor…
-Ya pero estás en ropa interior. –dijo mirándola.
-Pero ahora no hay nadie. Nadie me ve. –contestó.
-Ya pero no me gusta que nadie pueda verte en ropa interior. Eres solo para mí. –dijo apretándola contra él, mojándose la ropa.
Entonces Rosa le empujó, y cayeron al agua empapándose. Al verse así empezaron a reírse a carcajadas. La verdad es que estaban eufóricos desde que habían sabido la gran noticia del embarazo.
-¡Mira cómo nos hemos puesto! –dijo riéndose.
-Me gusta divertirme contigo. –contestó besándole en el cuello.
-Y a mi, pero vamos a cambiarnos. Por nada del mundo permitiría que te pusieras enferma, y menos ahora que tienes ahí un tesorito. –dijo acariciando la tripita plana.
Salieron del agua, Rosa se puso el vestido y se fueron a casa, estaban chorreando de agua. Pero como hacía buen tiempo no pasaba nada. Llegaron al hotel y se abrazaron, pues estaban felices.
Decidieron cambiarse, pero se dieron una romántica ducha, así harían algo nuevo. Fue muy estimulante un agradable baño, no pararon de acariciarse y besarse. –te quiero… mucho, muchísimo. –susurró ella.
-Me parece que eso no es así. –contestó. –Yo os quiero más. –dijo bajando la cabeza hasta la tripa plana de Rosa.
-Cielo, si tiene que ser muy, muy pequeñito.
-Ya pero quiero que conozca a su padre desde ahora. –contestó con orgullo.
-Bueno, como quieras. –dijo. –Oye estoy algo cansada. ¿Te importa que me vaya a dormir?
-Claro que no, tenéis que descansar, y yo os acompaño. –respondió cogiéndola en volandas.
Se fueron a la cama y Rosa se abrazó a Izan. A los pocos segundos, se quedó dormida pues estaba agotada. Izan tardó un poco más en dormirse, pues él no estaba tan cansado como su novia. Se dedicó a mirarla mientras sonreía y la acariciaba. A los pocos minutos se quedó dormido con una sonrisa en los labios y abrazándola.
Al día siguiente, Rosa se despertó y miró a su novio dormir. Sonrió mientras le acariciaba la cara dulcemente. Él sonrió al notar ese tacto y abrió los ojos y dijo. - Buenos días, mi princesa ¿Qué tal dormisteis?
-De maravilla, nos sentimos muy protegidos en tus brazos. -Respondió Rosa sonriente.
-A mí me gusta tenerte entre mis brazos. - Dijo Izan apretándola más.
-Pero me da pena que ya se acabe nuestro viaje… -contestó haciendo un puchero.
-Bueno pero piensa que volvemos con la mejor de las noticias, y que ha sido un viaje estupendo. –respondió Izan. –Además podremos hacer más viajes.
-Lo sé. –dijo. –Oye ¿esta noche podríamos cenar con Estela y César? –preguntó. –Es que así les damos la noticia, que tengo muchas ganas de que lo sepan.
-Claro, les llamamos ahora antes de irnos. –respondió él.
Prepararon las cosas y después pusieron rumbo al aeropuerto. Llegaron y deshicieron el equipaje. Por la noche habían quedado en ir a cenar a un restaurante con Estela y César.
Rosa estuvo de los nervios mientras se arreglaba para la cena. No paraba de mirarse en el espejo, hasta se puso un cojín debajo del vestido para ver su aspecto con barriguita.
-Princesa ¿Qué haces con ese cojín? –preguntó Izan entrando en la habitación.
-Eh… nada, nada. –dijo sonrojándose mientras se quitaba el cojín.
-Estarás preciosa, cuando esa barriguita sea de verdad. –contestó abrazándola de forma cariñosa.
-Estaré gorda… -respondió bajando la mirada.
-Llevarás a nuestro bebé dentro. Y eso es estupendo. –besó con dulzura a su novia.
-Bueno, déjate de palabras bonitas que al final llegamos tarde. –le interrumpió ella.
Terminaron de arreglarse y salieron directos al restaurante donde ya les esperaban sus dos amigos en la puerta. Rosa les saludó efusivamente, les pilló bastante sorprendidos, pero entraron al restaurante.
Se sentaron y pidieron la cena y cuando los cuatro estuvieron servidos, Rosa e Izan se cogieron de la mano para darles la gran noticia. –Bueno, nosotros a parte de para contaros qué tal el viaje, hemos quedado con vosotros para daros una noticia… -dijo Rosa muy alegre.
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