20º- Jueguecitos
Se habían tomado estupendamente la gran noticia. Era cierto que, ni Aitor ni Kira, se esperaban ser tíos a su edad, pero era una estupenda noticia. Se alegraban mucho por ellos.
Aitor se acercó a su hermano para hablarle al oído. –Hermanito, es fantástico. Sobre todo sabiendo que estabas colado por Rosa desde el colegio.
-Lo sé, la verdad es que me cuesta creerlo. –contestó mirando con admiración a Rosa.
-¿Qué cuchicheáis tanto? –preguntó Rosa al darse cuenta.
Nada, que mi hermanito es un as. ¡Dónde pone el ojo pone…! Bueno eso… -dijo riéndose, lo que hizo que la pareja se sonrojara.
Después de cenar, decidieron jugar a algo. Izan y Rosa quisieron prepararles una encerrona, fue idea de Izan. –Vamos a jugar al trivial. Cada vez que se falle una pregunta, habrá que beber un chupito.
-¿Chupitos de qué?-preguntó Kira.
-Machaquitos. –contestó Izan.
-¿Y eso que es?
-Hermanita, eso es ginebra con limón, y luego agitar tapando el chupito con la palma de la mano. –contestó Rosa.
-Venga, pues vamos a jugar. –dijo Aitor muy animado.
Estuvieron jugando, y les tocó beber en varias ocasiones. La que más estaba bebiendo era Kira, y para colmo, como no solía beber demasiado, se le estaba subiendo a la cabeza.
Acabaron de jugar y ganó Izan. Kira era la que peor estaba de los cuatro. Se puso al lado de Aitor. Él la miraba admirado por su belleza, se moría de ganas por confesarle que le atraía, pero no quería un “no” por respuesta.
-Necesito ir al baño. –dijo con la cabeza medio ida.
-Hermanito, ¿por qué no la llevas tú? –preguntó Izan sonriendo.
Él no respondió, pero se le dibujó una amplia sonrisa en la cara. Se acercó a Kira. La levantó y puso la mano sobre la cintura de Kira. Caminó con ella hasta el baño. Ella entró y él la esperó fuera.
Pasados unos minutos la puerta se abrió. Kira iba tambaleándose, y al intentar dar un paso se escurrió. Los brazos de Aitor la sujetaron dulcemente para que no cayera al suelo. –Cuidado, no querrás caerte. –dijo con voz suave.
-Quiero dormir…. –dijo con una sonrisa.
-Te acompaño a la habitación. –contestó caballerosamente.
Entraron en una de las habitaciones y él ayudó a Kira a tumbarse. Ella le sujetó el brazo y Aitor se sentó a su lado. Sus miradas se cruzaron y fue un momento casi mágico. Él nunca había sentido algo así por ninguna chica.
Apartó la mirada pues sentía bastante vergüenza, pero creyó que era el momento adecuado para confesarle que se sentía atraído por ella. –Oye, yo… lo cierto es que desde que te he visto… -balbuceó. –bueno, pues que me gustas y… tal vez podríamos quedar algún día para… conocernos más y eso ¿Qué te parece? –preguntó.
Pero no obtuvo respuesta, le extrañó que no dijera nada de nada. Y al mirarla vio que estaba dormida sujetando su mano. “¡genial, has hablado solo!” se dijo para sí mismo.
Al menos podía estar al lado de Kira sin que pareciera nada raro. Se acomodó a su lado y cerró los ojos sin soltarse de la mano. Soñó con su bonito rostro angelical y esa sonrisa que le había derretido durante la cena.
A la mañana siguiente, y Kira abrió los ojos y se encuentró con Aitor mirándola y sonriendo, y dijo. -Buenos días ¿Qué hora es?
-Son las once ¿Cómo estás?- preguntó Aitor sin quitar su sonrisa.
-Con mucho dolor de cabeza, parece que me va a estallar- respondió Kira a la vez que cerró los ojos.
-Bueno tranquila, ¿quieres que vaya a por un ibuprofeno y a por café?- preguntó Aitor amablemente.
-Pues me harías un gran favor…- respondió Kira con una sonrisa que dejó embobado a Aitor.
Aitor salió de la habitación y al pasar por el salón le dijo a su hermano y a su cuñado. Ya se despertó, pero con un gran dolor de cabeza. Se dirigió a la cocina a coger el café y el ibuprofeno y volvió a la habitación y Kira se lo tomó con una media sonrisa.
Kira se marchó despidiéndose de los tres, Aitor se quedó más rato. Lo cierto es que se había quedado totalmente prendado de ella. Su hermano lo notó enseguida. –Hermanito, te quedaste demasiado pillado ¿no?
-Lo sé.
-Nunca te había visto así. –dijo él.
-Ya lo sé, ni sé lo que me pasa.
-Que estás enamorado. –contestó Rosa.
Eso hizo que Aitor se sonrojara. No estaba acostumbrado a que nadie supiera sus sentimientos. –Puede ser... pero no sé. –estaba dubitativo. –Oye Rosa, tú... ¿podrías aconsejarme?
Rosa se sentó en el sofá junto a Aitor. Él estaba bastante callado, pues no paraba de pensar en esa preciosa chica. -¿Qué tipo de chicos le gustan?
-Pues... sobre todo sinceros, cariñosos, románticos...
-¿Y de aspecto físico?
-Depende, es que ella no se fija demasiado en esas cosas. –respondió. –Ha estado con chicos morenos, rubios... dependía de cómo eran de carácter.
-Vale. –dijo. –Y... ¿Tiene novio?
-Lleva un tiempecito con un chico. –dijo ella.
-Ah... entiendo.
Tanto Rosa como Izan vieron la expresión de tristeza que se dibujó en el rostro de Aitor. Pero ambos sabían que esas cosas pasaban, que no siempre uno se enamoraba de la persona idónea.
Izan quiso animar a su hermano. –Oye hermanito, aprovechando que es sábado ¿por qué no pasas el día con nosotros?
-Bueno... –dijo un poco triste.
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