19º- Compartiendo la gran noticia
-¿Qué noticia? –preguntó César con gran intriga.
-Pues… que resulta que… -comenzó Izan.
-¡Estoy embarazada! –dijo Rosa con gran emoción.
-¿En serio? –preguntó Estela dibujando una sonrisa en su rostro.
-Sí, nos enteramos durante el viaje. –contestó Izan. –Es una noticia estupenda, y sois los primeros en saberlo.
¡Es genial! ¡Me alegro mucho! –dijo César con efusividad.
La cena fue estupendamente, se divirtieron mucho, y estaban alegres. Sobre todo Rosa, que veía las muchas atenciones que le dedicaba su novio. -Bueno y ¿a vosotros como os va? – preguntó Rosa mirando a su amiga.
-Nos estamos conociendo, somos amigos.- Respondió Estela.
-Muy bien, cuanto más despacio mejor.- Dijo Izan.
La cena termino y cada uno se fue para su casa, menos Izan y Rosa que se fueron a casa de Rosa. Llegaron a casa y Rosa dijo. - parece que ha ido bien ¿no?
-Si la verdad es que si. –respondió Izan abrazándola por detrás.
Rosa se apoyó en él y dejó caer todo su peso. Se sentía cansada, pero pensó en su hermana, le tenía que contar que a sus dieciocho años iba a ser tía. Pero que probablemente le haría mucha ilusión.
Se dio la vuelta y le rodeó el cuello con los brazos y dijo. – Izan, se lo tengo que decir a mi hermana, tiene que saberlo. Y ya de paso, se lo podemos decir a tu hermano. También yo creo que tienen derecho a saberlo.
-Me parece una buena idea, ¿Qué te parece si les invitamos a cenar mañana?- propuso Izan.
-Genial voy a llamarla y… ¿Qué te parece si también se quedan a dormir? –le comentó Rosa.
-Me parece estupendo. –dijo Izan sacando su móvil.
Los dos se fueron a diferentes sitios de la casa para poder hablar con sus respectivos hermanos sin que tuvieran interrupciones. Terminaron de hablar y decidieron acostarse hasta que llegara un nuevo día. Los dos se durmieron abrazados con una sonrisa en los labios.
Al día siguiente, desde por la mañana estuvieron ocupados, primero con sus trabajos, y luego preparando las cosas para la cena. Rosa estaba eufórica, ansiaba que llegaran para poder darles la gran noticia.
-Cariño, si estás así, notarán enseguida que ocurre algo. –dijo Izan esbozando una sonrisa.
-Lo sé, pero estoy tan feliz… -contestó risueña.
El timbre de la puerta les interrumpió. Izan fue a abrir, pero Rosa apareció a su lado rapidísima de lo emocionada que estaba. Les hicieron pasar y las dos hermanas se dieron un abrazo muy fuerte. Se querían muchísimo siempre había sido así. Aunque habían tenido sus peleas por ser hermanas, siempre se habían llevado de maravilla
Por el contrario los dos hermanos se dan un simple abrazo y Aitor no dejaba de mirar a Kira todo el tiempo, y su hermano se dio cuenta.
-¿Qué pasa hermanito te gusta o que?- preguntó él por lo bajo.
--Es preciosa. Pero seguro que tiene novio o quinientos rollos. Y seguro que no se fija en mí. - contestó Aitor agachando la cabeza
-Bueno ahora mismo, no te lo puedo decir porque hace mucho que no se de ella. Pero si quieres hablo con Rosa o con ella misma y se lo pregunto. Me llevo muy bien con ella.- dijo Izan para picarle.
-Serás…-empezó diciendo Aitor, pero Rosa le cortó. - Será ¿Qué? ¿Eh, cuñadito?
-Nada. – dijo Aitor algo tímido.
Decidieron que ya era la hora de la cena. Se sentaron en la mesa y Rosa había preparado la comida favorita de su hermana. Dado que hacía tanto que no la veía. Además como sabía que Izan sabría los gustos de su hermano le pregunto si le gustaba ese plato y él respondió que si.
Durante la cena, Aitor no hacía más que mirar furtivamente a Kira, le daba vergüenza que le viera. Y tenía miedo a que si le decía algo, le rechazara. Así durante la cena estuvo en silencio.
Hasta que llegó el momento de decirles la gran noticia. –bueno veréis… a parte de que para que por fin os conocierais. –dijo Izan. –Queríamos daros una noticia, y teníais que estar los dos.
-¿Ocurre algo? –preguntó Aitor.
-Pues la verdad es que sí. –contestó Rosa.
-Hermanita, no me asustes. ¿Qué es lo que ocurre? –preguntó con preocupación.
-Pues que… -comenzó a decir. – Que aunque sé que eres muy joven, vas a ser tía dentro de unos meses.
-¿Cómo? –preguntó incrédula. -¿Es en serio?
-Sí. –contestó ella.
-Lo cierto es que no lo habíamos planeado, pero ya que viene la gran noticia pues estamos muy felices. –añadió Izan.
-Me alegro por vosotros. –dijo Kira.
-Sí, es una noticia fantástica. –añadió Aitor.
lunes, 15 de noviembre de 2010
martes, 9 de noviembre de 2010
Amistad y amor capitulo 18
18º- Gran felicidad
Rosa se puso un precioso vestido azul, quería estar perfecta para celebrar la gran noticia. Y después salieron para buscar un sitio para cenar. Tenían bastante hambre, sobre todo Rosa, que tenía que comer por dos.
Fue una bonita cena, no pararon de sonreír durante la cena. Estaban tan felices que no podían evitarlo. Resultó que en el restaurante había un violinista, así que Izan le llamó y susurró al oído el titulo de una canción.
-¿Qué canción le has pedido? –preguntó con intriga.
-Ahora lo escucharás. –dijo con una sonrisa pícara.
Comenzó a sonar el Canon de Pachelbel. Y Rosa no pudo evitar sonreír, era su canción favorita. Así con esa bonita sinfonía terminaron una romántica y agradable cena. Al salir, decidieron caminar un poco por el paseo marítimo.
Pero a los pocos minutos, Rosa empezó a sentirse mareada, y decidió sentarse en la orilla de la playa. Cuando se le pasó el mareo, se levantó y se acercó al agua. Se levantó ligeramente el vestido y así poder mojarse las piernas.
Notó tan fresca el agua, que decidió quitarse el vestido y se metió en el agua en ropa interior. Izan la miró y se quedó extrañado, ella era bastante vergonzosa, no entendía cómo se estaba bañando en ropa interior.
Se quitó los zapatos y se remangó los pantalones. Se metió para ir al lado de Rosa. –Cariño, ¿Qué haces?
-Es que tenía calor…
-Ya pero estás en ropa interior. –dijo mirándola.
-Pero ahora no hay nadie. Nadie me ve. –contestó.
-Ya pero no me gusta que nadie pueda verte en ropa interior. Eres solo para mí. –dijo apretándola contra él, mojándose la ropa.
Entonces Rosa le empujó, y cayeron al agua empapándose. Al verse así empezaron a reírse a carcajadas. La verdad es que estaban eufóricos desde que habían sabido la gran noticia del embarazo.
-¡Mira cómo nos hemos puesto! –dijo riéndose.
-Me gusta divertirme contigo. –contestó besándole en el cuello.
-Y a mi, pero vamos a cambiarnos. Por nada del mundo permitiría que te pusieras enferma, y menos ahora que tienes ahí un tesorito. –dijo acariciando la tripita plana.
Salieron del agua, Rosa se puso el vestido y se fueron a casa, estaban chorreando de agua. Pero como hacía buen tiempo no pasaba nada. Llegaron al hotel y se abrazaron, pues estaban felices.
Decidieron cambiarse, pero se dieron una romántica ducha, así harían algo nuevo. Fue muy estimulante un agradable baño, no pararon de acariciarse y besarse. –te quiero… mucho, muchísimo. –susurró ella.
-Me parece que eso no es así. –contestó. –Yo os quiero más. –dijo bajando la cabeza hasta la tripa plana de Rosa.
-Cielo, si tiene que ser muy, muy pequeñito.
-Ya pero quiero que conozca a su padre desde ahora. –contestó con orgullo.
-Bueno, como quieras. –dijo. –Oye estoy algo cansada. ¿Te importa que me vaya a dormir?
-Claro que no, tenéis que descansar, y yo os acompaño. –respondió cogiéndola en volandas.
Se fueron a la cama y Rosa se abrazó a Izan. A los pocos segundos, se quedó dormida pues estaba agotada. Izan tardó un poco más en dormirse, pues él no estaba tan cansado como su novia. Se dedicó a mirarla mientras sonreía y la acariciaba. A los pocos minutos se quedó dormido con una sonrisa en los labios y abrazándola.
Al día siguiente, Rosa se despertó y miró a su novio dormir. Sonrió mientras le acariciaba la cara dulcemente. Él sonrió al notar ese tacto y abrió los ojos y dijo. - Buenos días, mi princesa ¿Qué tal dormisteis?
-De maravilla, nos sentimos muy protegidos en tus brazos. -Respondió Rosa sonriente.
-A mí me gusta tenerte entre mis brazos. - Dijo Izan apretándola más.
-Pero me da pena que ya se acabe nuestro viaje… -contestó haciendo un puchero.
-Bueno pero piensa que volvemos con la mejor de las noticias, y que ha sido un viaje estupendo. –respondió Izan. –Además podremos hacer más viajes.
-Lo sé. –dijo. –Oye ¿esta noche podríamos cenar con Estela y César? –preguntó. –Es que así les damos la noticia, que tengo muchas ganas de que lo sepan.
-Claro, les llamamos ahora antes de irnos. –respondió él.
Prepararon las cosas y después pusieron rumbo al aeropuerto. Llegaron y deshicieron el equipaje. Por la noche habían quedado en ir a cenar a un restaurante con Estela y César.
Rosa estuvo de los nervios mientras se arreglaba para la cena. No paraba de mirarse en el espejo, hasta se puso un cojín debajo del vestido para ver su aspecto con barriguita.
-Princesa ¿Qué haces con ese cojín? –preguntó Izan entrando en la habitación.
-Eh… nada, nada. –dijo sonrojándose mientras se quitaba el cojín.
-Estarás preciosa, cuando esa barriguita sea de verdad. –contestó abrazándola de forma cariñosa.
-Estaré gorda… -respondió bajando la mirada.
-Llevarás a nuestro bebé dentro. Y eso es estupendo. –besó con dulzura a su novia.
-Bueno, déjate de palabras bonitas que al final llegamos tarde. –le interrumpió ella.
Terminaron de arreglarse y salieron directos al restaurante donde ya les esperaban sus dos amigos en la puerta. Rosa les saludó efusivamente, les pilló bastante sorprendidos, pero entraron al restaurante.
Se sentaron y pidieron la cena y cuando los cuatro estuvieron servidos, Rosa e Izan se cogieron de la mano para darles la gran noticia. –Bueno, nosotros a parte de para contaros qué tal el viaje, hemos quedado con vosotros para daros una noticia… -dijo Rosa muy alegre.
Rosa se puso un precioso vestido azul, quería estar perfecta para celebrar la gran noticia. Y después salieron para buscar un sitio para cenar. Tenían bastante hambre, sobre todo Rosa, que tenía que comer por dos.
Fue una bonita cena, no pararon de sonreír durante la cena. Estaban tan felices que no podían evitarlo. Resultó que en el restaurante había un violinista, así que Izan le llamó y susurró al oído el titulo de una canción.
-¿Qué canción le has pedido? –preguntó con intriga.
-Ahora lo escucharás. –dijo con una sonrisa pícara.
Comenzó a sonar el Canon de Pachelbel. Y Rosa no pudo evitar sonreír, era su canción favorita. Así con esa bonita sinfonía terminaron una romántica y agradable cena. Al salir, decidieron caminar un poco por el paseo marítimo.
Pero a los pocos minutos, Rosa empezó a sentirse mareada, y decidió sentarse en la orilla de la playa. Cuando se le pasó el mareo, se levantó y se acercó al agua. Se levantó ligeramente el vestido y así poder mojarse las piernas.
Notó tan fresca el agua, que decidió quitarse el vestido y se metió en el agua en ropa interior. Izan la miró y se quedó extrañado, ella era bastante vergonzosa, no entendía cómo se estaba bañando en ropa interior.
Se quitó los zapatos y se remangó los pantalones. Se metió para ir al lado de Rosa. –Cariño, ¿Qué haces?
-Es que tenía calor…
-Ya pero estás en ropa interior. –dijo mirándola.
-Pero ahora no hay nadie. Nadie me ve. –contestó.
-Ya pero no me gusta que nadie pueda verte en ropa interior. Eres solo para mí. –dijo apretándola contra él, mojándose la ropa.
Entonces Rosa le empujó, y cayeron al agua empapándose. Al verse así empezaron a reírse a carcajadas. La verdad es que estaban eufóricos desde que habían sabido la gran noticia del embarazo.
-¡Mira cómo nos hemos puesto! –dijo riéndose.
-Me gusta divertirme contigo. –contestó besándole en el cuello.
-Y a mi, pero vamos a cambiarnos. Por nada del mundo permitiría que te pusieras enferma, y menos ahora que tienes ahí un tesorito. –dijo acariciando la tripita plana.
Salieron del agua, Rosa se puso el vestido y se fueron a casa, estaban chorreando de agua. Pero como hacía buen tiempo no pasaba nada. Llegaron al hotel y se abrazaron, pues estaban felices.
Decidieron cambiarse, pero se dieron una romántica ducha, así harían algo nuevo. Fue muy estimulante un agradable baño, no pararon de acariciarse y besarse. –te quiero… mucho, muchísimo. –susurró ella.
-Me parece que eso no es así. –contestó. –Yo os quiero más. –dijo bajando la cabeza hasta la tripa plana de Rosa.
-Cielo, si tiene que ser muy, muy pequeñito.
-Ya pero quiero que conozca a su padre desde ahora. –contestó con orgullo.
-Bueno, como quieras. –dijo. –Oye estoy algo cansada. ¿Te importa que me vaya a dormir?
-Claro que no, tenéis que descansar, y yo os acompaño. –respondió cogiéndola en volandas.
Se fueron a la cama y Rosa se abrazó a Izan. A los pocos segundos, se quedó dormida pues estaba agotada. Izan tardó un poco más en dormirse, pues él no estaba tan cansado como su novia. Se dedicó a mirarla mientras sonreía y la acariciaba. A los pocos minutos se quedó dormido con una sonrisa en los labios y abrazándola.
Al día siguiente, Rosa se despertó y miró a su novio dormir. Sonrió mientras le acariciaba la cara dulcemente. Él sonrió al notar ese tacto y abrió los ojos y dijo. - Buenos días, mi princesa ¿Qué tal dormisteis?
-De maravilla, nos sentimos muy protegidos en tus brazos. -Respondió Rosa sonriente.
-A mí me gusta tenerte entre mis brazos. - Dijo Izan apretándola más.
-Pero me da pena que ya se acabe nuestro viaje… -contestó haciendo un puchero.
-Bueno pero piensa que volvemos con la mejor de las noticias, y que ha sido un viaje estupendo. –respondió Izan. –Además podremos hacer más viajes.
-Lo sé. –dijo. –Oye ¿esta noche podríamos cenar con Estela y César? –preguntó. –Es que así les damos la noticia, que tengo muchas ganas de que lo sepan.
-Claro, les llamamos ahora antes de irnos. –respondió él.
Prepararon las cosas y después pusieron rumbo al aeropuerto. Llegaron y deshicieron el equipaje. Por la noche habían quedado en ir a cenar a un restaurante con Estela y César.
Rosa estuvo de los nervios mientras se arreglaba para la cena. No paraba de mirarse en el espejo, hasta se puso un cojín debajo del vestido para ver su aspecto con barriguita.
-Princesa ¿Qué haces con ese cojín? –preguntó Izan entrando en la habitación.
-Eh… nada, nada. –dijo sonrojándose mientras se quitaba el cojín.
-Estarás preciosa, cuando esa barriguita sea de verdad. –contestó abrazándola de forma cariñosa.
-Estaré gorda… -respondió bajando la mirada.
-Llevarás a nuestro bebé dentro. Y eso es estupendo. –besó con dulzura a su novia.
-Bueno, déjate de palabras bonitas que al final llegamos tarde. –le interrumpió ella.
Terminaron de arreglarse y salieron directos al restaurante donde ya les esperaban sus dos amigos en la puerta. Rosa les saludó efusivamente, les pilló bastante sorprendidos, pero entraron al restaurante.
Se sentaron y pidieron la cena y cuando los cuatro estuvieron servidos, Rosa e Izan se cogieron de la mano para darles la gran noticia. –Bueno, nosotros a parte de para contaros qué tal el viaje, hemos quedado con vosotros para daros una noticia… -dijo Rosa muy alegre.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Amistad y amor capitulo 17
17º- La gran noticia
El comienzo del viaje no podía haber sido mejor, un bonito regalo en un lugar especial. Ambos se sentían afortunados por tenerse el uno al otro. Pero ya que estaban en un lugar tan bonito querían verlo.
Estuvieron toda la tarde haciendo turismo, y luego en la playa para relajarse y tomar el sol. Después de cenar, tuvieron otra apasionada sesión de amor, que duró toda la noche.
Al día siguiente, estuvieron viendo diferentes lugares y en la playa. Antes de ir a cenar, fueron a darse una ducha para quitarse la arena. Primero entró Izan a ducharse. Después Rosa se estaba duchando, pero empezó a encontrarse mareada.
Decidió salir de la ducha, pero el mareo fue en aumento y al salir se escurrió cayendo al suelo, lo que provocó un gran estruendo en la suite. Izan estaba vistiendo y al escuchar el ruido fue corriendo al cuarto de baño.
Abrió la puerta de golpe y vio a Rosa en el suelo sin ni siquiera la toalla. Se agachó para estar a su lado. –Rosa, mi amor, ¿Qué ha pasado?
-Me estaba mareando. Quise salir y me tropecé. –contestó con los ojos desenfocados pues estaba muy mareada.
-Te llevaré a la cama. –dijo tapándola con la toalla y levantándola en volandas. Pero antes de que saliera del baño, Rosa le hizo un gesto negativo con la cabeza. –Déjame en el suelo. –pidió como pudo.
Él aunque extrañado, le hizo caso. Entonces Rosa se acercó al inodoro y se puso a vomitar sin poder contenerse. Izan la ayudó a sostenerse hasta que terminó, se le había puesto muy mala cara y eso estaba angustiando a Izan.
Una vez que terminó, se la llevó a la cama y la arropó. Se puso a su lado, estaba de los nervios. – ¿Estás enferma?
-No, o al menos no creo. –dijo ella.
-¿Te llevo a un hospital? –preguntó muy nervioso.
-No, no, si ya me encuentro mejor. –contestó incorporándose.
Parecía estar recuperada del todo, era casi milagroso. Izan estaba desconcertado. –Pero si hace unos minutos estabas fatal, muy mareada, vomitando…
-Pues ya se me ha pasado. –respondió. –Lo que me hace pensar que…
-¿El qué?
-Que antes haya tenido mareos y vómitos y ya me encuentre bien, pueden ser síntomas de… -no terminó la frase.
-¿Síntomas de qué?
-Pues… que puede que… -dijo. Cogió la mano de Izan y la puso en su tripa plana, deseando que hiciera la relación, y sacara él solo la conclusión.
-Me estás queriendo decir que estás… -contestó abriendo mucho los ojos.
-Habría que comprobarlo, pero… podría ser. –dijo sonriendo.
Izan se quedó sin habla, no dejaba de mirar a Rosa. Parecía asustado por lo que acababa de sugerirle su novia. Eso desconcertó a Rosa. –Es que… si estuviera embarazada… ¿No querrías que lo tuviera?
-Yo… pues… yo no sé, si sabría hacerlo bien. –contestó.
-Cariño, seguro que lo harías genial. –dijo.
-Voy a comprar un test a la farmacia, no te muevas.
-Pero si ya estoy bien, te acompaño. –contestó levantándose.
-No, voy yo solo, tú quédate aquí, que vuelvo dentro de nada.
Bajó corriendo a buscar una farmacia para poder comprar el test de embarazo, y subió lo más rápido que pudo. Se lo dio a Rosa, que seguía en la cama, pero se había cambiado de ropa.
Le dio el test de embarazo, con los nervios a flor de piel. Ella se metió en el servicio para poder hacerse el test. Pero esos minutos de espera le estaban desesperando, estaba demasiado nervioso.
Por fin salió Rosa del baño, con el test en la mano y el rostro inexpresivo. –Bueno. ¿Estás o no estás embarazada? –preguntó atacado de los nervios.
Entonces se quedó delante de él sin decir nada, le miró a los ojos y saltó encima de él. –SÍ, ¡ESTOY EMBARAZADA! ¡LO ESTOY! –gritó emocionada.
-¿De verdad? –preguntó incrédulo. -¡ES FANTÁSTICO! ¡MI AMOR, UN BEBÉ, VAMOS A TENER UN BEBÉ!
Después de que se les pasara la emoción del momento, se besaron cariñosamente, no podían ocultar la felicidad que sentían en esos momentos, por la feliz noticia.
Pero entonces Izan tuvo una duda. –Oye mi niña, pero… Si nosotros siempre hemos tomado precauciones…. ¿Cómo te has podido quedar?
-Cariño, ¿te recuerdo aquel día que habíamos discutido y luego nos reconciliamos? –le recordó.
-Uy… pues es verdad… -dijo sonrojado.
-Pues ese día no la usamos. Y ahora vamos a ser padres. –contestó ella. – ¿Te ilusiona la idea?
-Claro que me gusta la idea. Era lo que nos faltaba para ser completamente felices. –respondió emocionado.
Pero Rosa se puso seria, y eso inquietó mucho a Izan. La miró para intentar saber lo que la pasaba. –Y si… ¿Y si no soy buena madre?
-Serás una madre maravillosa. –dijo. – ¿No ves lo bien que se te dan los peques?
-Ya pero no es lo mismo.
-Hombre, este bebé es tuyo, y los demás son de otros padres. –contestó. –Así que si lo haces perfecto con otros niños, imagínate con tu hijo.
-Ya pero ellos son más mayores. Y este será un bebé muy pequeñito.
-Mi vida, lo haremos bien. –contestó abrazándola. – ¿Sabes lo que vamos a hacer? –preguntó. –Vamos a irnos a celebrar la feliz noticia.
El comienzo del viaje no podía haber sido mejor, un bonito regalo en un lugar especial. Ambos se sentían afortunados por tenerse el uno al otro. Pero ya que estaban en un lugar tan bonito querían verlo.
Estuvieron toda la tarde haciendo turismo, y luego en la playa para relajarse y tomar el sol. Después de cenar, tuvieron otra apasionada sesión de amor, que duró toda la noche.
Al día siguiente, estuvieron viendo diferentes lugares y en la playa. Antes de ir a cenar, fueron a darse una ducha para quitarse la arena. Primero entró Izan a ducharse. Después Rosa se estaba duchando, pero empezó a encontrarse mareada.
Decidió salir de la ducha, pero el mareo fue en aumento y al salir se escurrió cayendo al suelo, lo que provocó un gran estruendo en la suite. Izan estaba vistiendo y al escuchar el ruido fue corriendo al cuarto de baño.
Abrió la puerta de golpe y vio a Rosa en el suelo sin ni siquiera la toalla. Se agachó para estar a su lado. –Rosa, mi amor, ¿Qué ha pasado?
-Me estaba mareando. Quise salir y me tropecé. –contestó con los ojos desenfocados pues estaba muy mareada.
-Te llevaré a la cama. –dijo tapándola con la toalla y levantándola en volandas. Pero antes de que saliera del baño, Rosa le hizo un gesto negativo con la cabeza. –Déjame en el suelo. –pidió como pudo.
Él aunque extrañado, le hizo caso. Entonces Rosa se acercó al inodoro y se puso a vomitar sin poder contenerse. Izan la ayudó a sostenerse hasta que terminó, se le había puesto muy mala cara y eso estaba angustiando a Izan.
Una vez que terminó, se la llevó a la cama y la arropó. Se puso a su lado, estaba de los nervios. – ¿Estás enferma?
-No, o al menos no creo. –dijo ella.
-¿Te llevo a un hospital? –preguntó muy nervioso.
-No, no, si ya me encuentro mejor. –contestó incorporándose.
Parecía estar recuperada del todo, era casi milagroso. Izan estaba desconcertado. –Pero si hace unos minutos estabas fatal, muy mareada, vomitando…
-Pues ya se me ha pasado. –respondió. –Lo que me hace pensar que…
-¿El qué?
-Que antes haya tenido mareos y vómitos y ya me encuentre bien, pueden ser síntomas de… -no terminó la frase.
-¿Síntomas de qué?
-Pues… que puede que… -dijo. Cogió la mano de Izan y la puso en su tripa plana, deseando que hiciera la relación, y sacara él solo la conclusión.
-Me estás queriendo decir que estás… -contestó abriendo mucho los ojos.
-Habría que comprobarlo, pero… podría ser. –dijo sonriendo.
Izan se quedó sin habla, no dejaba de mirar a Rosa. Parecía asustado por lo que acababa de sugerirle su novia. Eso desconcertó a Rosa. –Es que… si estuviera embarazada… ¿No querrías que lo tuviera?
-Yo… pues… yo no sé, si sabría hacerlo bien. –contestó.
-Cariño, seguro que lo harías genial. –dijo.
-Voy a comprar un test a la farmacia, no te muevas.
-Pero si ya estoy bien, te acompaño. –contestó levantándose.
-No, voy yo solo, tú quédate aquí, que vuelvo dentro de nada.
Bajó corriendo a buscar una farmacia para poder comprar el test de embarazo, y subió lo más rápido que pudo. Se lo dio a Rosa, que seguía en la cama, pero se había cambiado de ropa.
Le dio el test de embarazo, con los nervios a flor de piel. Ella se metió en el servicio para poder hacerse el test. Pero esos minutos de espera le estaban desesperando, estaba demasiado nervioso.
Por fin salió Rosa del baño, con el test en la mano y el rostro inexpresivo. –Bueno. ¿Estás o no estás embarazada? –preguntó atacado de los nervios.
Entonces se quedó delante de él sin decir nada, le miró a los ojos y saltó encima de él. –SÍ, ¡ESTOY EMBARAZADA! ¡LO ESTOY! –gritó emocionada.
-¿De verdad? –preguntó incrédulo. -¡ES FANTÁSTICO! ¡MI AMOR, UN BEBÉ, VAMOS A TENER UN BEBÉ!
Después de que se les pasara la emoción del momento, se besaron cariñosamente, no podían ocultar la felicidad que sentían en esos momentos, por la feliz noticia.
Pero entonces Izan tuvo una duda. –Oye mi niña, pero… Si nosotros siempre hemos tomado precauciones…. ¿Cómo te has podido quedar?
-Cariño, ¿te recuerdo aquel día que habíamos discutido y luego nos reconciliamos? –le recordó.
-Uy… pues es verdad… -dijo sonrojado.
-Pues ese día no la usamos. Y ahora vamos a ser padres. –contestó ella. – ¿Te ilusiona la idea?
-Claro que me gusta la idea. Era lo que nos faltaba para ser completamente felices. –respondió emocionado.
Pero Rosa se puso seria, y eso inquietó mucho a Izan. La miró para intentar saber lo que la pasaba. –Y si… ¿Y si no soy buena madre?
-Serás una madre maravillosa. –dijo. – ¿No ves lo bien que se te dan los peques?
-Ya pero no es lo mismo.
-Hombre, este bebé es tuyo, y los demás son de otros padres. –contestó. –Así que si lo haces perfecto con otros niños, imagínate con tu hijo.
-Ya pero ellos son más mayores. Y este será un bebé muy pequeñito.
-Mi vida, lo haremos bien. –contestó abrazándola. – ¿Sabes lo que vamos a hacer? –preguntó. –Vamos a irnos a celebrar la feliz noticia.
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